Mi querida Tercera Fuerza
San Bartolo Coyotepec, Oaxaca a 22 de Febrero de 2022
La caseta huele a yódex, unto y a difunto. Equipos rotos, parchados y más arrancados de la jubilación que de un campo de entrenamiento. Los chavos que inician también se van a la tercerita, van pa´la grande, pero por mientras, no saben ni para dónde correr.
Hay de todo, hay quienes son caballos, fueron caballos y podrían ser caballos, pero sobre todo y pese a todo, los que todavía se creen caballos y eso es lo que le da valor a la tercera fuerza de la Liga Regional de Beisbol de Aficionados Eduardo Vasconcelos.
Una novena en primera fuerza suma entre todos unos 400 años como máximo, mientras que por ejemplo mi equipo hacemos 800 años si tomamos como media 40 años de edad de cada jugador (20 en el róster).
El juego en ligas profesionales o en tercera fuerza se vive y se disfruta igual: hay una proporción en sus reglas y medidas del campo. 108 costuras en cada pelota y un umpire “ciego” que permite jugadas maravillosas como el doble play, jonrones y broncas. Las grandes ligas están ajustadas a las extraordinarias habilidades humanas de sus superpeloteros y sus millonarios sueldos. En la tercera fuerza está llena de gente ordinaria: altos, chaparros, bajos, gordos, viejos y muy jóvenes, pero en esencia, ambos usamos todas las partes del cuerpo.
El beisbol es como la vida de cada uno de nosotros, sabemos cuándo inicia, pero no cuando termina, aunque regularmente en la tercera se acaba en la quinta o séptima entrada por el alto carreraje a diferencia de los aburridos 1-0 de los “buenotes”. Solamente el domingo anterior tiré 4 de las 5 entradas y el marcador fue de 23 a 11. ¿Entretenido no? Lo que hace emocionante y sublime la 3ª fuerza es que existe una incertidumbre en cada jugada, hay un 50/50 % de que si salga un elevado a los jardines la pelota se caiga. Aburridos los demás que saben que desde que la pelota va en el aire hay un 90% de efectividad.
En la tercera fuerza como en la vida el último inning también tiene 3 outs y de igual manera siempre hay esa maldita incertidumbre de ganar o perder en el último out y ser inmensamente felices o terriblemente desdichados y tomar unas frías por una o por otra razón.
La tercera fuerza es una gran proeza, es la suma del “máximo” esfuerzo que te dan tus añejas piernas y la cooperación del maltrecho equipo. La esencia en tercera fuerza es el duelo entre el pitcher y el bateador y que tu cuadro no te haga tantos errores.
La tercera fuerza es un gran fin de semana. Es la oportunidad única que te da este deporte de jugarlo de verdad, con reglas, con batazos, con responsabilidades y berrinches de verdad.
Tristemente no hay Salón de la Fama de la tercera fuerza aunque debería haberla: don Julián don Gil, don Jimmy, don Toño, don Chivo, don Julio, don Lalo, don Luis, don Fito, don Pepe, don Max, don Onti, don Memo… “dones” con grandes dones que han pisado los campos muchos de ellos hasta unos días antes de su partida a jugar con las estrellas.
Aquí una narración de radio para un juego de la tercerita: “El veterano amigo Mariano sube a la loma de las responsabilidades. Acepta la señal, lanza su habitual curvita que nunca llega, el cuarto bate de los Cuervos conecta un tremebundo batazo que dibuja en el aire posibilidades de atrapado.
El patrullero del center avanza dos pasos para adelante, pero doña blanca cae como cinco metros atrás de él; el cuadro se vacía mientras que el cuarto tolete llega apenas a la primera almohadilla”.
En tercera fuerza jugamos para vivir, no jugamos a la pelota para generar historias de seres mitológicos, famosos o inalcanzables. Aunque tengo en la memoria un día en que hicimos un doble play… ¡uf, nunca lo olvidaré!
Cuando eres joven, tú agarras la pelota, a mi edad en tercera fuerza, la pelota te agarra a ti y hasta que Dios quiera.
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